Un título con tres adjetivos, así se presenta el último libro de la poeta barcelonesa Marian Raméntol, y es que el riesgo, al borde del exceso, marca el quehacer de esta poeta. Triple adjetivación o triple salto mortal, como ocurre, significativamente, en varios títulos de poemas del libro; como, por ejemplo, en el poema "Deshecha, contaminada, musgosa" que comienza:
Así amanezco tantas veces,
invertida y lóbrega sobre el azul del sueño.
(Pág. 59)
Siempre en esa acumulación de aristas sobre las que la poeta va transitando en el difícil equilibrio de escribir con hondura; pues Marian no busca una belleza al uso, complaciente, sino una estrategia propia, hiriente y exuberante, arriesgada, que le permite exorcizar sus propios miedos, enfrentándose a ellos con su única arma: la palabra; y, en este caso, también haciendo de la metáfora asunción de la complejidad y de las incoherencias que nos son propias a los seres humanos.
Al fin, la presencia de la muerte va sumándose y creciendo poema a poema en este libro, y la poeta se engarza con ella y dialoga amargamente con la felicidad posible de un descanso eterno que supere todo tiempo de enfermedad y ansia o anhelo presente. Y, a la manera del Séptimo sello de Ingmar Bergman, dice:
No sé si podré hacer un pacto con la muerte (...)
(Pág. 21)
Pues, el final de la partida, es para todos el mismo:
Dicen que pierdo, y tienen razón.
(Pag. 77)
Pero Marian no pierde ni se pierde con estos poemas, el lector gana verso a verso, comprende y se acerca a esta poética personalísima que hace del lenguaje tiempo pasional y del dolor sabia emanación.
Así amanezco tantas veces,
invertida y lóbrega sobre el azul del sueño.
(Pág. 59)
Siempre en esa acumulación de aristas sobre las que la poeta va transitando en el difícil equilibrio de escribir con hondura; pues Marian no busca una belleza al uso, complaciente, sino una estrategia propia, hiriente y exuberante, arriesgada, que le permite exorcizar sus propios miedos, enfrentándose a ellos con su única arma: la palabra; y, en este caso, también haciendo de la metáfora asunción de la complejidad y de las incoherencias que nos son propias a los seres humanos.
Al fin, la presencia de la muerte va sumándose y creciendo poema a poema en este libro, y la poeta se engarza con ella y dialoga amargamente con la felicidad posible de un descanso eterno que supere todo tiempo de enfermedad y ansia o anhelo presente. Y, a la manera del Séptimo sello de Ingmar Bergman, dice:
No sé si podré hacer un pacto con la muerte (...)
(Pág. 21)
Pues, el final de la partida, es para todos el mismo:
Dicen que pierdo, y tienen razón.
(Pag. 77)
Pero Marian no pierde ni se pierde con estos poemas, el lector gana verso a verso, comprende y se acerca a esta poética personalísima que hace del lenguaje tiempo pasional y del dolor sabia emanación.