Desde Eramo de Róterdam (
Elogio de la locura), pasando por Peter Weiss (
Marat/Sade) o por Munch (
El grito), la enajenación ha sido y sigue siendo una gran fuente de creatividad y de metáforas universales. Así, en su último libro (
Historia de la locura, El sastre de Apollinaire, 2017), el madrileño Rubén Romero Sánchez escribe, continúa escribiendo, desde la locura del cuerdo como única forma de desviarse de los caminos ya trazados y comprender el envés de lo vivido. Y comienza justo antes de que suceda la locura, o en la resistencia por no caer en ella:
"este afán temerario por vencer a la locura"
(pág. 13)
Sin embargo, desde la asunción de que vivimos en un mundo de apariencias, solo con la honestidad de los héroes vencidos, donde el mal hombre (título, además, de su anterior libro de poesía) es cualquiera de nosotros, el poeta conseguirá un instante de serenidad y autoafirmación:
yo fui el mal hombre (...)
y ahora me veis
vulnerable como un pájaro mudo
extraño a todo lenguaje
(pág. 47)
"y seré un hombre ridículo
incapaz de contarles
a mis hijos la verdad.
(pág. 35)
Y el creador cuanto más expresa su debilidad, su perplejidad ante el mundo que le ha tocado vivir, más se descubre a sí mismo y más comprende su amor/odio hacia un lenguaje que es, a la vez, traición y pérdida, verdad y desconfianza, destrucción que se inmiscuye:
"quien sabe qué porción de heroicidad
pierdo en cada palabra"
(pág. 37)
Por último, aquí el dios, como demiurgo, se convierte en un monstruo, pues es capaz de permitir que la crueldad sea una de las formas más conscientes de la existencia. Pero, la locura llegará con lucidez para hacerlo todo comprensible; y el poeta puede acabar, precisamente, con:
"Venid
y os contaré
la historia de la locura"
(pág. 63)
Rubén Romero Sánchez ha escrito un libro honesto, sabio, despojado y complejo, aristado y suave: una lectura sin miedo, un adentrarse en el insano juicio de otro ser humano.