está abierto.
Pasa, pasa, me dice.
Su insistencia me asombra. El viento vuelve por el camino elevado. Las paredes de piedra se han cubierto de sombreros con forma de arbustos. Yo sigo en el mismo recodo, entre recuerdos y sombras, recostado al pie.
Pasa, pasa, insiste.
Me gustaría despedirme de lo que veo y alejarme sin más. Pero estoy atado a los sillares y al rocío. El aire húmedo de las mañanas me despierta. Estoy aterido, me niego a cambiar de postura.
Pasa, pasa, no te quedes ahí.
(inédito)