Esta oración viril se va acumulando en el montón de la
ropa sucia, cuando vuelves del partido, y yo te espero arrodillado frente a un
espejo, no con gesto narcisista, sino pasándole un paño para que te veas aún
más admirablemente sportman y persistiendo
en tu atractivo de premaduro. Todos me miran, me dices, justo cuando yo vuelvo
a rociar de limpiacritales la superficie y tu imagen desaparece abrumada.
Escozor nuestro de cada día,
Agustín Calvo Galán
Ed. Ultramarina (2012)
Ilustración de María Barredo.
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