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lunes, 2 de septiembre de 2013

HISTORIAS DEL RAVAL de Barcelona (XXXIII)

 
Explicábamos hace poco que el barrio del Raval siempre ha adolecido de escasez de espacios de ocio, parques o lugares donde los niños puedan jugar. Sin embargo, en las últimas décadas, la abundancia de equipamientos culturales ha demostrado el interés transformador que las administraciones públicas han impuesto en el barrio, introduciendo equipamientos y espacios públicos. Así, el gran área que ocupaba la antigua Casa de la Caritat, en la calle Montalegre, sirvió para crear por un lado el CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) y por el otro el MACBA (Museu d'Art Contemporari de Barcelona). El CCCB sólo aprovechó una parte de la Casa de la Caritat, pues otra parte fue derrumbada -sin ningún tipo de miramiento- para dejar espacio al proyecto (de 1990) que, el afamado arquitecto norteamericano, Richard Meier realizó para la construcción de un museo de arte contemporáneo (inaugurado en 1995). 
Y el modelo urbanístico que se estaba copiando no era otro que el desarrollado a finales de los años 70 en el barrio parisino de Les Halles, donde se transformó toda una zona degradada de la capital francesa gracias a la construcción del Centro Pompidou (Centre national d’art et de culture Georges-Pompidou). En el caso barcelonés, la edificación de toda esta área dedicada a la cultura contemporánea ha introducido en el barrio, por un lado, ámbitos que le eran ajenos, abriendo plazas y oxigenando el entramado de calles, atrayendo infinidad de visitantes en busca de modernidad, skeaters y, por supuesto, de turistas a la caza de encuadres fotográficos sin originalidad; pero, por otro lado, no ha venido a mejorar de manera sustancial las condiciones de los habitantes del barrio y tampoco ha habido una verdadera integración o simbiosis entre el barrio y los flamantes equipamientos. Un ejemplo significativo de este hecho es el muro que se construyó junto a la fachada del MACBA, en la plaza dels Àngels y que tapa la parte trasera de algunos edificios del barrio, dejándolos sin patio interior. Por mucho que sobre ese muro haya servido para colocar una pintura de Chillida, seguirá siendo el muro que separa el barrio del Raval, -y los vecinos del Raval-, de los proyectos museísticos diseñados desde despachos de políticos y estudios de arquitectura internacionales.

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