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jueves, 12 de diciembre de 2013

HISTORIAS DEL RAVAL de Barcelona (XXXV)

El barrio del Raval no sólo es uno de los más densamente poblados de la ciudad de Barcelona, es una de las zonas del planeta con mayor densidad de población, sólo comparable a ciudades como Bombay o Macao.
La vieja aspiración de espaciar las edificaciones en el barrio, hacer bajar la densidad de población, regenerar y crear nuevas avenidas, se remonta a los planes urbanísticos del siglo XIX: Cerdà, por ejemplo, ya planteó realizar una Vía B que uniera, perpendicularmente, el Eixample izquierdo con el puerto y las atarazanas atravesando el barrio. Pero no sería hasta el retorno de los ayuntamientos democráticos, a finales de los años 70 del siglo XX, cuando se planteó seriamente una nueva avenida central con los Planes Especiales de Reforma Interior (PERI). Así, el consistorio de Barcelona aprobó en 1986 la creación de un gran espacio público que se uniría, por el sur, con la entonces llamada Avenida García Morato (hoy Avenida Drassanes). Para la realización de dicho proyecto se hicieron desaparecer dos calles: Sant Jeroni y de la Cadena, así como todos los edificios comprendidos entra ambas. Por supuesto, dicha magna obra tenía como objetivo no solo esponjar el tupido entramado urbano del barrio, también aportar nuevos espacios públicos, comerciales y de ocio, así como dignificar la imagen estigmatizada del antiguo barrio chino. El impacto de la construcción de la gran avenida hoy conocida como Rambla del Raval, más allá de lo estético, efectivamente ha permitido una cierta mejora en la imagen del barrio. Sin embargo, no ha hecho disminuir la densidad de población, ni ha mejorado el resto de problemáticas inherentes al barrio, como el acelerado envejecimiento de sus habitantes, la marginalidad ni la degradación de las edificaciones del barrio. Muchos nos temimos que la gran obra hiciera subir los alquileres y los precios de las viviendas de la zona, la construcción de un hotel de lujo en uno de los costados de la Rambla así parecía indicarlo; no obstante, el estallido de la burbuja inmobiliaria ha distorsionado o disminuido las perspectivas del negocio inmobiliario. Por otro lado, el impacto regenerativo ha sido bastante limitado. Sólo hay que ver algunas de las fachadas que siguen dando a la Rambla del Raval para comprender la dificultad de cambiar las dinámicas sociales y las apariencias urbanas. Además, algunos recordamos -intentando no dejarnos llevar por la nostalgia- las calles que dejaron de aparecer en el callejero de la ciudad, pues tuvimos familiares y amigos viviendo en ellas, espacios vividos que ya no existen, pero de los que nuestra memoria sigue dejando testimonio.

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