En su segundo libro de poemas (
Madera, editorial Polibea, 2013) el sabadellense Sergi Gros nos devuelve a un mundo antiguo y pagano, en el que la humanidad debía seguir el dictado de la naturaleza, donde el rito y el conocimiento eran dos caras diferentes de una misma manera de vivir y relacionarse, y en el que la colectividad era otra forma orgánica de estar en el mundo y sobrevivir. Así, lo primero que debemos destacar es que los poemas están escritos en primera persona del plural, dando voz a un colectivo o, más genérico, a la comunión humana:
Venimos de un incendio repetido (pág. 15). Pero los poemas van más allá y nos narran, con contenida intensidad, procesos de cambio cultural: emigraciones, luchas, trashumancia, sedentarización, crecimiento, distanciamiento de la naturaleza y muerte; unas veces desde la revisión de mitos clásicos, como el de Caronte, otras desde el recuerdo de las pinturas, los petroglifos u otras formas de simbolismo remoto como la presencia de animales y árboles (la madera). Al fin, hay un clamor hacia un retorno, hacia el eterno reencuentro con la naturaleza,
Dejaremos las ciudades/ para subir a los árboles/ que separan nuestra tierra/ de la tierra de los muertos (pág. 30), pues podría ser catastrófico para la humanidad olvidar la naturaleza de la existencia: el ciclo de vida y muerte, y que la tierra es el origen inorgánico de todo lo orgánico y todo lo orgánico vuelve, en su fin, a ser tierra.
El libro se construye también desde el diálogo gráfico que establecen los poemas, los de las páginas impares: numerados, y los de las páginas pares: con título y en cursiva. Sergi Gros ha escrito, con un lenguaje rico, evocador y depurado, un libro profundo, excelente, que religa la individualidad creativa al destino ancestral de lo colectivo.