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sábado, 29 de marzo de 2014

"La pasión de escribil"de Eduardo Moga

El turismo de masas es una de las paradojas más nefastas de la modernidad. El turista actual es un ser degradado, que es transportado desde su lugar de residencia a su lugar de vacaciones como los camiones transportan cerdos o conejos de las granjas al matadero; y es que la aglomeración no sólo perjudica y deja sin sentido el viaje, sino que también acaba por degradar los lugares que son visitados, convirtiendo parajes de gran belleza en mermadas estampas de la torpeza fotográfica y los monumentos más famosos en cáscaras brillantes, miniaturizadas y al mejor precio. Y la paradoja comienza cuando, a pesar de todo lo expuesto anteriormente, entendemos que una parte muy importante de la economía de algunos países depende de ese flujo de personas alienadas. En España lo sabemos muy bien, y tenemos en Barcelona el ejemplo de ciudad vendida al turismo de masas y gobernada desde la vulgaridad arquitectónica y avasalladora del gremio de hostelería.
No obstante, queda aún la posibilidad de ser viajero, no turista. La pasión de Escribil (La Isla de Siltolá, 2013) uno de los últimos libros del poeta barcelonés Eduardo Moga, lleva el subtítulo de "Relatos de tres viajes a Hispanoamérica"; título y subtítulo nos definen a la perfección el tono y la temática del libro. Tres viajes motivados, en gran parte, por la escritura o por el encuentro literario, y que el autor nos relata en una prosa ágil pero no apresurada. El viajero, a diferencia del turista, se desplaza para conocer y también para conocerse. En el caso de Eduardo Moga su capacidad de conocer lugares nuevos se basa en prestar atención a lo que en ellos sucede, y más que describir rutas o retratarse ante monumentos, refiere conversaciones con las personas del lugar y la relación que establece con ellas, o detalla las sorpresas que le depara la utilización del idioma español al otro lado del Atlántico (ahí el fonético escribil del título); y opina, como no podía ser de otra manera, desde la subjetividad misma, pero con el criterio de la persona cultivada y cosmopolita; y es más, entiende la vivencia como forma de autoconocimiento. Asimismo, en La pasión de Escribil el lector encontrará cientos de anécdotas que le acontecen al autor en los países visitados (Venezuela, República Dominicana y México), también sobre el mundillo literario, especialmente el poético, siempre con una buena dosis de ironía y buen humor. Todo ello hace de este libro un agradabilísimo encuentro que tanto gustará a las personas que detestan los viajes organizados como a los letraheridos que quieran husmear en la trastienda de la literatura. La pasión de Escribil, por tanto, no es solo la crónica de tres viajes, es una mirada agridulce -a veces tierna, a veces hiriente- sobre la realidad más allá de cualquier sublimación.

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