No solemos tener conciencia de la velocidad a la que las ciudades se transforman. La inésima o la última remodelación de la plaza del Pedró acabó en el 2012, hizo peatonal una parte y situó la fuente con la estatua de Santa Eulalia (situada allí desde 1673, cuando substituyó a otra anterior de San Hipólito y, parece ser, que ésta a su vez había substituido a una simple cruz anterior) en el centro del triángulo producido por la confluencia de las calles Hospital y Carme, que forma esta céntrica plaza del Raval, por la que hace muchos años pasaban carromatos y después hasta habían pasado tranvías, y que durante mucho tiempo tuvo escondida la fachada de la iglesia románica de Sant Llàtzer. Muy cerca de esta plaza nació uno de los escritores que mejor ha retratado la idiosincrasia del barrio durante el siglo XX: Manuel Vázquez Montalbán. Y su mismo nombre nos recuerda que siempre tuvo una piedra, un pedró en el centro que aguantaba una estatua. Hoy en día, es un buen ejemplo de como lo antiguo, lo más antiguo aún y lo nuevo pueden convivir y crear una fisonomía específica para este barrio. La iglesia de Sant Llàtzer había sido una tienda y su fachada había quedado oculta, incluso la espadaña había quedado camuflada. Felizmente, se recuperó en una remodelación anterior. Las ciudades avanzan así, substituyendo imágenes y santos, destruyendo y recuperando fachadas, disimulando y proponiendo nuevos edificios que, tal vez, no perdurarán como lo han hecho los más antiguos. La fotografía del conjunto nos dice como es el presente, tan solo un instante antes de la siguiente transformación.
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