Una antología es un momento para el punto y seguido, para detenerse y prestar atención no al instante sino a la trayectoria de una flecha que fue disparada ya hace tiempo, y una oportunidad para dar un pequeño salto hacia delante e imaginar también el futuro. Una antología que llega a finales de otoño es una oportunidad también para podar y que el árbol, en la primavera, rebrote sin redundancias y siga dando buenos frutos.
En una antología podemos reseguir alguna palabra o un motivo; en el caso de Javier Pérez Walias, con su "Otrora, antología poética 1988-2014" (Calambur, 2014) me place estirar del hilo del paisaje, pienso en el paisaje interior tanto como en el extremeño, en el propio del poeta, en sus cauces, en sus arterias, en sus bosques, en su piel, y se va formando ante el lector una pintura preñada de interpretaciones de la realidad, de fragilidades:
El lienzo estucado es la tarde
y se cubre lentamente de pigmentos.
(Pág. 60)
Y de la voz del poeta:
Mira,
mira callado el silencio frío
de esta sierra.
(Pág. 75)
O de la presencia del poeta:
bajo la sombra inmensa del desconsuelo
por ti mismo
en la ciudad dormida.
(Pág. 121)
Para llegar, en esta posibilidad de recorrer las páginas, en estos ejemplos apresurados, hasta el último libro del poeta, ese Al Qarafa, ese barrio de El Cairo en el que conviven los vivos y los muertos en perfecta y mísera armonía; llegar sin finalidad posible, llegar ahí para darse cuenta de que todo continúa:
Atravieso el umbral sellado por la muerte.
Salgo extramuros.
(Pág. 201)
Porque todo continúa, felizmente, en la esperanzadora nostalgia de Pérez Walias.
En una antología podemos reseguir alguna palabra o un motivo; en el caso de Javier Pérez Walias, con su "Otrora, antología poética 1988-2014" (Calambur, 2014) me place estirar del hilo del paisaje, pienso en el paisaje interior tanto como en el extremeño, en el propio del poeta, en sus cauces, en sus arterias, en sus bosques, en su piel, y se va formando ante el lector una pintura preñada de interpretaciones de la realidad, de fragilidades:
El lienzo estucado es la tarde
y se cubre lentamente de pigmentos.
(Pág. 60)
Y de la voz del poeta:
Mira,
mira callado el silencio frío
de esta sierra.
(Pág. 75)
O de la presencia del poeta:
bajo la sombra inmensa del desconsuelo
por ti mismo
en la ciudad dormida.
(Pág. 121)
Para llegar, en esta posibilidad de recorrer las páginas, en estos ejemplos apresurados, hasta el último libro del poeta, ese Al Qarafa, ese barrio de El Cairo en el que conviven los vivos y los muertos en perfecta y mísera armonía; llegar sin finalidad posible, llegar ahí para darse cuenta de que todo continúa:
Atravieso el umbral sellado por la muerte.
Salgo extramuros.
(Pág. 201)
Porque todo continúa, felizmente, en la esperanzadora nostalgia de Pérez Walias.
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