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sábado, 4 de abril de 2015

"Luto (1995 - )" de Juan Soros

El pasado 17 de marzo se publicó el obituario de Juan Soros en el diario El Mercurio de Santiago de Chile. Fue a morir a su lugar de origen. Yo lo conocí en la librería La Central del Raval de Barcelona. Vino hace ya más de un año a presentar la Obra Completa del poeta argentino Viel Temperley -que acababa de aparecer en la colección Transatlántica de la editorial Amargord-. Por aquel entonces yo desconocía su labor como poeta, una labor que ahora tengo entre las manos convertida en este Luto (1995 -    ), editado también por Amargord (2014).
Por tanto, Luto recoge toda la poesía de Juan Soros, que se divide en los libros que anteriormente había publicado: Tanatorio, Cineraria, Reliquia y Ara; todos ahora envueltos en un negro brillante y profundo. Me adentro en él y recorro la sumisión de la vida a la muerte, sin remedio, tal y como el poeta la ha querido experimentar, expresar, transformar: un luto colmado de citas, un luto limpio, de poemas exactos, sin florituras innecesarias, sin palabras huecas ni lugares comunes, un luto que se ha ido trabajando durante varios años, un luto lleno de referencias hebreas, griegas y latinas, de cultura destinada a que nuestra sociedad enmarque la muerte y su aparente sinrazón. Pero el poeta va más allá, consigue revertir la liturgia funeraria, hasta transgredirla:

Señor no soy digno / de que entres en mi casa / pero una palabra tuya bastará / para condenarme. (pág. 183)

Busca, también, la razón de la muerte en la muerte misma:

Déjate consumir por el fuego / para sofocar el incendio. / Morir para cesar de morir. (pág. 85) 

No se enfrenta el poeta a lo absurdo de preguntarse por la razón de la vida, sino que ahonda en la única certeza absoluta: en la cicatriz o el desasosiego de saberse destinado a volver a la tierra. Y en esa vuelta a la tierra, la lengua castellana tiene una frase demoledora para insultar a alguien: “no tiene donde caerse muerto”. Soros dice:

Para tener donde morir / vine a ti. (pág. 185)

Pues la muerte no es gratuita, como tampoco lo es el transcurrir por la vida: la divisa a pagar puede ser la nota de la funeraria tanto como lo eran en la Antigüedad dos monedas puestas bajo la lengua o sobre los ojos del difunto, como óbolo para Caronte, el barquero de la laguna Estigia que lo llevará hasta las puertas del Hades.
Al fin, Luto no es solo un libro de poesía, sino una forma de experimentar la muerte, de desearla sin necesidad de morir o de suicidarse; una experiencia descrita, inconclusa, escrita desde el silencio pensado, caleidoscópico y trascedente del aquí y ahora, una experiencia que vivifica al poeta:

Escribir / es una forma de callar. (pág. 223)

Aquel día que lo conocí, en la librería de Barcelona, desconocía incluso que Juan Soros era un seudónimo; ahora sé algo más, gracias a este Luto sé que no era tan solo un seudónimo, sino un trasunto o un alter ego de Edmundo Garrido -poeta chileno, afincado en Madrid-; una transformación de sí mismo, una vida amplificada para experimentar lo que muchos, a lo largo de la Historia, han querido: su propia muerte.

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