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Se ha dicho de "El violinista de Argelès"

miércoles, 19 de febrero de 2020

¿Qué es "Cuando la frontera cerraba a las diez? 3

Como no hay dos sin tres, seguimos con la entrevista imaginaria a propósito de la próxima aparición del libro "Cuando la frontera cerraba a las diez" (Ediciones Amargord, 2020)

- Portugal está muy presente en tus libros. Entiendo que en este también.
- Sí, es cierto, Portugal y la literatura portuguesa están ahí, en muchas de las cosas que escribo. Portugal para mí, en realidad, no es un país físico, es algo así como una patria literaria. Además, amo la lengua portuguesa, oírla, leerla. Me acerco a ella desde la hermandad de las lenguas en las que me expreso, el catalán de mi entorno, el gallego de mis antepasados y el castellano de mis pensamientos.

- Después de publicar tu primera novela "El violinista de Argelès" ¿Con estas prosas poéticas tal vez quieres ir abandonando la poesía
- No, no exactamente. Podríamos decir que este "Cuando la frontera... "es la cara opuesta a "El violisnista...". En aquella novela breve, o nouvelle, la prosa estaba imbuida de poesía, mientras que en el actual libro son los poemas los que han tomado forma de pequeñas narraciones. Son caminos inversos. No sé, no tengo la sensación de ir abandonando la poesía. Sigue ahí, no soy capaz de renunciar a ella. Otra cosa es que su forma tradicional, la versificación, últimamente no me satisface tanto y se me alargan los versos hasta formar párrafos. Además, intento no repetirme, quiero avanzar hacia algo desconocido y escribir un libro nuevo, con una forma nueva, etc.

-¿Entonces, Cuándo la frontera... podríamos considerarlo un libro híbrido?
- Si, indudablemente. Aunque ahora todo es híbrido, todo el mundo quiere mezclar géneros y estilos. Parece que me he apuntado yo también a esa moda, y mira que yo critico las modas. Aunque lo híbrido a veces puede ser un engendro, algo monstruoso. Si no es reconocible es monstruoso. Es un riesgo o una bendición, no lo sé. Podríamos decir que me he lanzado a la piscina sin saber si había agua. Bueno, nunca hay agua. Romperme la crisma de vez en cuando es lo que me salva de la vanidad.

- ¿Te sientes satisfecho de tus libros de poesía, digamos, convencional?
- Bueno, espero no haber escrito nunca poesía convencional, eso para empezar. Pero, entiendo lo que me preguntas y tengo que decir que por un lado sí que me satisfacen. Son unos libros que los siento como si fuera parte de mí, como un brazo o un ojo, tienen mi aspecto y mis defectos, y mi forma de ver las cosas. Alguno hasta ha crecido con el tiempo, como un buen hijo. Son también un trabajo sobre el lenguaje, específicamente un esfuerzo de estirar la lengua castellana  hacia sus fronteras, a veces hacia la reinvención y el extranjerismo o la extrañación. Sin embargo, por otro lado, los veo ahí, en la estantería, reunidos cronológicamente y me parecen tan poca cosa. En fin, no quiero pecar de falsa humildad. Todo lo que he escrito debe tener las patitas muy cortas porque no ha llegado muy lejos. Casi ni a las librerías.

- ¿Crees que el panorama de la poesía es bueno o propicio actualmente?
- Claro, eso depende de para quién. Para la gente que se dedican a lo que llaman Slam (y son aplaudidos por la concurrencia de los bares), o para los que hacen poesía en las redes para adolescente (y venden miles de libros editados por editoriales multinacionales), o especialmente para la troupe de poetas que escriben poesía contra la incertidumbre o fácil de entender ("fácil de entender" es una expresión que me recuerda al título de una canción de The Gift, un grupo musical portugués que me encanta... y que no tiene nada que ver con la poesía fácil que se practica en España)... digo que para toda esa gente son momentos fabulosos, siempre hay una editorial de tapas negras que los acoge y les consigue acudir a festivales internacionales o un premio suculento (con dinero público, es decir, de nadie... perdón, es decir, de todos). Suelen ser gentes que se llaman de izquierdas, pero de izquierdas de boquilla. Viven a cuerpo de rey, algunos mamando directamente y durante decenios de las tetas del estado (ahora llamado autonomías). Yo me posiciono siempre en contra de quien ostenta el gobierno. Es evidente que prefiero a unos antes que a otros, pero cuando alguien llega al poder, necesariamente lo tengo enfrente, incluso cuando le he votado. Desconfío profundamente del poder, de cualquier poder institucional, también del poder privado de algunos que mueven el cotarro poético.

- Visto ese panorama ¿merece la pena escribir poesía?
- No, como manera de conseguir ser alguien en la vida no. Como expresión del ego o para relacionarse socialmente, a veces sí. La realidad sigue siendo que se lee muy poca poesía en nuestro país. Poesía basura parece que cada vez más. Al resto nos quedan las migajas, conformarnos con ellas.

- En alguna ocasión has dicho o escrito que escribes poesía política ¿en qué sentido tu poesía es política?
- Si, en mi poesía hay un discurso político soterrado. Porque intento no hablar de política de manera evidente, o como suelen hacer los poetas que se dedican a la poesía llamada social. No, lo evidente es un horror. Que me hablen, por ejemplo, de la explotación de los obreros me parece estupendo, pero es algo que conozco perfectamente, no hace falta que nadie me lo explique; y, a no ser que me lo expliquen de una manera nueva o original o me digan algo que no sé, me aburre. Yo soy un hijo de trabajadores y he trabajado toda mi vida. Son cosas que sabe todo el mundo, hasta los que nos explotan, los poderosos, unos poemillas no les va a hacer cambiar ni a repartir su riqueza, a veces hasta les hace gracia. Hay que socavar su posición sin que se den cuenta. Mis poemas, por el contrario, hablan con términos como "frontera" o "extranjero" (como en algunos de los títulos de mis libros), que son palabras cargadas de significados y de esencia política e histórica. También de convivencia y de cultura, de la vida de los individuos en sociedad. ¿Puede haber algo más político que eso?

- Y de tu experiencia con la narrativa ¿te sientes satisfecho?
- No sé qué decir. De nuevo, como en el caso de la poesía, en algunos aspectos sí y en otros no tanto. Cuando salió publicado "El violinista..." tuve la esperanza de que se me abriera el camino de la narrativa. No tanto a nivel editorial, sino que podía comenzar ya a escribir una novela en serio, o que pudiera considerarse como tal. Pero, he ido aprendiendo en los últimos tiempos que eso no va a ser tan sencillo ni tan rápido. Y que, tal vez, no lo consiga nunca. Las novelas no solo requieren tener una idea, escribir bien, comenzar una narración, explicar unos hechos, crear personajes, desarrollarlo todo, etc. Implica también un arduo trabajo, mucha constancia y tiempo. La poesía, por contra, es algo mucho más ligero o sucinto, aunque puede que de intensidad más honda y de lenguaje más trabajado. Por todo eso, el hibridismo me permite intentar... y quién sabe si conseguir.

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