de agosto, con sus veladuras, podría ser una forma de nocturnidad. No ha llovido, y aún así las nubes grises, oscuras como cuervos, casi negras, cubren las cabezas de los árboles, también la mía. A lo lejos se oyen truenos infalibles. Lo sé, nunca llueve lo suficiente.
No hay atajos posible, solo meandros larguísimos para llegar a ninguna parte, para dejar de sentir sed.
(Inédito)
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