(Entrevista
publicada en el periódico “Levante”
18- XII- 2015)
En las inmenso ciberespacio
donde todo está al alcance de un simple click, todavía existen personas que se
resisten a abandonar la materialidad de las obras de arte que confían en
pequeños formatos y al envío a través del correo postal para dar a conocer sus
trabajos. Algunos lo denominan mail-art, otros, poesía visual. Una prueba de
ello es la carpeta La Factoría Barroca dirigida por el valenciano J. Ricart.
Para empezar, una simple
curiosidad ¿cómo un profesor de literatura acaba dirigiendo una carpeta de arte
moderno? - A la mayoría de la gente
le suele extrañar que un hombre de letras termine en bellas artes. No creo que
una licenciatura o una profesión te acredite para una determinada tarea. Como
bien sabrá aparte de la docencia y de la crítica también escribo poemas. En el
año 96 me inicié de la mano de Raúl Gálvez en el mundo de la poesía visual y de
ahí a la experimentación, al collage, al libro- objeto y demás.
¿De dónde le vino la idea de
organizar esta revista ensamblada? ¿Se dice así, no?
-En efecto, veo que se ha
documentado. Los 90 fueron quizá la
década dorada de este tipo de compilaciones. Después del éxito de internet como
vehículo de difusión y la crisis económica estas revistas prácticamente
desaparecieron. Como siempre, yo llego tarde a todo. Pero aún logré participar
los últimos números de Píntalo de verde,
El Paraíso o Set Formes. De ahí me vino la posibilidad de reactivar este tipo de
intercambios, un poco a modo de resistencia frente a las modas.
¿Cómo se le ocurrió ese
título? – Todo el mundo sabe mi fascinación por lo barroco. Para mí esta
palabra significa rebeldía y provocación. Por eso, desde el primer momento supe
la mitad del título. Después de pensar mucho, me dejé cautivar por algunos
libros de la Generación del 27 tipo Manual
de espumas o Perito en lunas que
asociaban términos muy distantes conceptualmente hablando y voile!
Hojeando ejemplares anteriores
no solo se puede contemplar arte sino también mucha artesanía en la
presentación de las carpetas. ¿Podría profundizar en este aspecto? - Uno de los objetivos de LFB fue realizar una
pequeña muestra colectiva de reducida
tirada que sirviera de intercambio no venal entre sus creadores. De ahí que
siempre se exigiera obra original, firmada y numerada, donde la fotocopia
habitual quedaba totalmente excluida. Después se cuidó el exterior tal como hoy
lo conocemos: Cada número es único e irrepetible. Los materiales y cartulinas
son diferentes, aunque el formato y la presentación ligada con cordel se han
mantenido. Solo rompimos esa regla con una edición especial con obras
tridimensionales.
A través de estas veinte
entregas supongo que habrán participado muchos artistas- ¿podría destacar
alguno? - Exactamente han
participado artistas. Sin ánimo de
ofender a nadie, señalaría algunos nombres, como el de Antonio Gómez por su impecable
factura, el alemán Jörg Seifert y el
italiano Water Pennachi por sus generosas contribuciones, Agustín Calvo y
Miguel Jiménez por nuestras comunes
afinidades, y con un cariño especial la
de mi ex, y la de mi sobrina con cuatro añitos.
Señor Ricart ¿Ha sentido la
tentación de censurar alguna obra? - Ganas
no me han faltado. Bromas aparte, tanto si me gusta como si no, se trata
de un espacio libre donde no hay ni
selección ni censura, siempre que se ajusten al formato, la presentación o a
los plazos de envío. En ese sentido, sí que me he visto obligado a intervenir
en algunos casos que no se atenían a estas bases.
¿Por qué este es el último
número? - Desde un principio me
propuse como límite veinte números, es decir, cinco años. Y parece mentira cómo
pasa el tiempo. Hace medio año fui avisando a los colaboradores de que me iba a
retirar y muchos se extrañaron de la decisión, incluso otros me animaron a
seguir adelante. Pero todo lo que tiene un principio debe tener un final.
Además, más vale una retirada a tiempo, que no una estrepitosa derrota.
Se le nota un poco cansado.
Corríjame si me equivoco - A pesar de que la periodicidad es de cuatro
números anuales, resulta a veces agotador y a veces estresante pensar en qué
material será la próxima, en buscar la participación de nuevos artistas, en
preparar los envíos, en llevarlos a correos etc. Por otra parte, también me
molesta bastante la desidia, el divismo, y ciertas actitudes “seudo-dadaistas” trasnochadas.
¿A qué se refiere con eso? - Al hecho de que como es un proyecto sin
cortapisas algunos aprovechan el principio de “todo es lícito” y firman
cualquier mamarrachada que a cualquiera abochornaría con el único fin de
figurar. Es muy respetable que algunos no compartan estas iniciativas, pero lo
más coherente, por no decir honesto, sería negarse a colaborar en ellas. Resulta
un agravio comparativo, y al mismo tiempo desconsiderado, para con la mayoría
de participantes que trabajan un concepto, exploran recursos y consiguen
plasmarlo a su manera.
Sin embargo y a pesar de todos
los peros, ¿podría afirmar que se siente al menos satisfecho? - Indudablemente. Cada entrega supone un nuevo reto. Buscar
materiales en almacenes y papelerías, solicitar colaboraciones, abrir el buzón
cada semana y encontrarte un sobre especial entre facturas y propaganda. Pero, sobre todo, lo
mejor de todo es la posibilidad que te ofrece de contactar con personas con las
que compartes inquietudes creativas de cualquier índole, aunque se encuentren a cientos de kilómetros.
Para ir finalizando la
entrevista ¿Cree que en un futuro LFB pueda volver a abrir sus puertas? – Este año sabático creo que me sentará muy
bien, aunque parezca mentira se trata de una tarea absorbente. Además estoy
ultimando mi último libro La Biblioteca
Secreta del Príncipe di Sangro y necesito concentrarme en exclusiva al menos
durante un tiempo. Intentando contestar a su pregunta. No soy partidario de las
declaraciones categóricas. Quizá. Tal vez. Qui lo sa?
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