
Es por esto que lloramos
y si también escribo
es porque temo igualmente
a la muerte.
(pág. 19)
La reflexión se convierte, aquí, en un transcurrir por los días y las noches, pues el poeta todo lo interroga, pero especialmente aquello no evidente que nos sucede a cada instante; y, solo así, se atreve a adentrarse en la duda, en la naturaleza misma de la existencia:
(...)
la naturaleza brumosa
que somos
(pág. 92)
sin pretender, en ningún caso, dejar de caminar azaroso. He aquí la razón de la senda y no la pretensión del atajo: la poesía nos permite demorarnos en el mundo por caminos no hollados aún y, de esta manera, deseamos que la llegada no sea definitiva. José Manuel Ramón ha vuelto y nos deja un hacer abierto y penetrante, capaz de acompañarnos en nuestro pasar, leyendo buena y necesaria poesía.
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