En estos tiempos en los que las apariencias se confunden tan fácilmente con la realidad, y la poesía que pretende suplanta a la que es –silenciándola y ahogándola en la periferia y en la insignificancia informativa de los medios conducidos por intereses espurios y tendencias mercantilistas– se agradece enormemente encontrar y leer el último libro del ilicitano Juan Lozano Felices. "Memoria del infinito" (Editorial Sapere Aude, 2020) no pretende, es poesía; además, consigue alejarse de la ñoñería experiencial y falsaria de la lírica que viene dominando el panorama literario español desde hace décadas. Por otro lado, a Lozano Felices no le hace falta ningún factótum, su escritura se defiende sola y se va abriendo camino desde la labor callada, bien hecha, y la precisión:
"Movamos el mundo / a base de presagios". (pág. 27)
El poeta se enfrenta al desconcierto de lo que nos rodea, a las contradicciones con las que tiene que lidiar en el día a día, a la desesperanza de lo previsto y a la inutilidad de los buenos propósitos desde la honestidad:
"Que el margen de error en los poemas / es un territorio donde a veces / la verdad a golpes se abre paso". (pág. 41)
Tal vez no como tabla de salvación ni como arma contra los imponderables, pero sí como conocimiento y afirmación de la existencia, sin intenciones vanas ni dobleces, sin complejos ni agravios, la poesía en manos de Lozano Felices es poesía. Nada más y nada menos.
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