"Es allí, en el refugio antiaéreo, a unos metros del muchacho, donde alguien escribe un poema de amor a lápiz" (Pág. 47) dice Miguel Ángel Curiel mezclando -maravillosa y desgarradoramente- historia colectiva y personal, poesía y prosa, crónica del pasado en presente, en su último libro, publicado en El sastre de Apollinaire (Madrid, 2017) y que lleva el título de "Fábrica de la seda". ¿Una fábrica de seda puede ser transformada en campo de concentración? ¿pueden estar unidas las palabras "seda" y "cárcel", "belleza" y "horror"? Sí, y aquí Curiel lo comparte para que no se olvide, porque la Historia las unió como un oxímoron cruel y casual, fiel reflejo de la ignominia de los vencedores de nuestra Guerra Civil. Y Curiel dice: "Más que un poeta, necesitamos testigos" (pág. 19), y en él se mezclan, también sabiamente, las voces de Celan y Primo Levi, porque la voz poética no es aquí la voz del yo, sino que se hace colectiva, porque el sufrimiento de un ser humano es el de toda humanidad. Y la colectividad en este libro, además, se agranda e internacionalizada con ilustraciones de Juan Carlos Mestre, con traducción al italiano y prólogo de Paola Laskaris y epílogo de Emilio Silva Barrera.
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