La última novela de la malagueña Isabel Bono contiene, implícita, una pregunta: ¿puede una conversación conformar una novela? ¿Puede el diálogo entre dos personas, más allá de un teatrillo de gestos y connotaciones culturales, ser una forma válida para crear una narración? Ciertamente en "Los secundarios" (Tusquets, 2022) no hay una historia desarrollada temporalmente de manera convencional, sin embargo, en sus páginas el presente y el pasado se entrelazan para reflexionar sobre las relaciones humanos y sobre cómo nos enfrentamos a los cambios en el devenir de la vida.
Lo he dicho con anterioridad y ahora me repito: ninguna de las obras de Bono es previsible; obviamente su libros de poesía nunca lo han sido, y tampoco en sus últimas novelas, conectadas por el finísimo hilo argumental de personajes principales y secundarios, todos en los márgenes, en las orillas del fracaso.
Construir desde la sencillez formal, enfilarse a la complejidad del comportamiento humano, alejarse de lo políticamente correcto, explorar mundos interiores con palabras aceradas son algunas de las mejores bazas de la novelista. "Los secundarios" es un buen ejemplo de ello.