En los últimos años los vecinos del Raval han protestado mostrando
su indignación por la degradación que viene sufriendo el barrio, tanto por la
inseguridad como por la falta de limpieza y rehabilitación real (no la
promovida desde la Administración que sólo ha traído especulación), poniendo
pancartas en los balcones con el lema "Volem un barri digne"
(Queremos un barrio digno), que vienen a contradecir las supuestas mejoras
(casi siempre estéticas) que el ayuntamiento ha ido publicitando (sobre todo en
campañas electorales).
Sin embargo, y sin querer quitar importancia a las reivindicaciones actuales de los vecinos, yo recuerdo épocas peores, épocas como los años 70 y principios de los 80, cuando la heroína trajo a las calles del Raval no sólo personas de toda la ciudad que venían a comprar droga, sino también una generación de chavales del propio barrio sumidos en una espiral de autodestrucción. Además de la terrible situación que suponía para tantas familias –la gran mayoría hijos de trabajadores-, las drogas incrementaron, como es sabido, la inseguridad de forma muy alarmante. En aquellos años los yonquis se subían a motos para estirar los bolsos a las señoras que iban a la compra (el famoso estirón) y el robo a punta de navaja estaba al orden del día. Más tarde, cuando comenzó a sonar el Sida en los medios de comunicación, los yonquis robaban intimidando con sus jeringas usadas. Ningún plan diseñado desde los despachos de la Administración para la prevención de las drogas ni de rehabilitación de drogadictos tuvo gran éxito. La mayoría de los heroinómanos murieron durante los años 80, la heroína de mala calidad o adulterada junto al Sida acabaron con gran parte ellos. La reivindicación de un barrio digno viene de muy lejos, y no podemos olvidar el olvido de las autoridades, antes y ahora, antes las problemáticas siempre específicas del barrio.
Sin embargo, y sin querer quitar importancia a las reivindicaciones actuales de los vecinos, yo recuerdo épocas peores, épocas como los años 70 y principios de los 80, cuando la heroína trajo a las calles del Raval no sólo personas de toda la ciudad que venían a comprar droga, sino también una generación de chavales del propio barrio sumidos en una espiral de autodestrucción. Además de la terrible situación que suponía para tantas familias –la gran mayoría hijos de trabajadores-, las drogas incrementaron, como es sabido, la inseguridad de forma muy alarmante. En aquellos años los yonquis se subían a motos para estirar los bolsos a las señoras que iban a la compra (el famoso estirón) y el robo a punta de navaja estaba al orden del día. Más tarde, cuando comenzó a sonar el Sida en los medios de comunicación, los yonquis robaban intimidando con sus jeringas usadas. Ningún plan diseñado desde los despachos de la Administración para la prevención de las drogas ni de rehabilitación de drogadictos tuvo gran éxito. La mayoría de los heroinómanos murieron durante los años 80, la heroína de mala calidad o adulterada junto al Sida acabaron con gran parte ellos. La reivindicación de un barrio digno viene de muy lejos, y no podemos olvidar el olvido de las autoridades, antes y ahora, antes las problemáticas siempre específicas del barrio.
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