La materia es el nexo, dijo en una ocasión el insigne arquitecto finlandés, Alvar Aalto; y ahora la poeta castellana María Ángeles Pérez López aplica a la poesía esa misma ciencia que aspira a representar lo matérico para superarlo. En su último libro, "Fiebre y compasión de los metales" (Vaso Roto, 2016), con prólogo de Juan Carlos Mestre, usa los materiales más acerados, es decir, aquellos hechos de metal y que disponen de filo o punta, como metáfora de un mundo en el que los objetos, llaves, tijeras, cuchillos, bisturí, aguja, etc., son a la vez arma y herramienta, fuente de dolor pero también de sutura, armazón del mundo y herida existencial:
"En cada aguja gime su puntada,
la lágrima metálica que moja
con su piedad, su acero luminoso,
lo quebrado, lo enfermo, lo mendigo."
(pág. 43)
Poesía compacta y tensa, vibrante y sentida, que nos zarandea y desgarrada. También, poesía atada con palabras exactas, con versos contados, densos pero limpios, que se dejan leer con complicidad. Al fin, poesía como nexo y alquimia, como luz y envés, como la vida misma.
"En cada aguja gime su puntada,
la lágrima metálica que moja
con su piedad, su acero luminoso,
lo quebrado, lo enfermo, lo mendigo."
(pág. 43)
Poesía compacta y tensa, vibrante y sentida, que nos zarandea y desgarrada. También, poesía atada con palabras exactas, con versos contados, densos pero limpios, que se dejan leer con complicidad. Al fin, poesía como nexo y alquimia, como luz y envés, como la vida misma.
Excelentísimos poemas.
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