es la actividad agrícola que más disfruto. Cuando empiezan los primeros fríos y las hojas de los árboles frutales amarillean y caen, es el momento de cortar todo aquello que sobra y que no produce frutos: los mamones que crecen rector hacia el cielo, los mamones que surgen sorprendentes en la base del árbol, las ramas secas y arrugadas, las ramas yermas. El resultado, saber si la poda ha sido un éxito, llega tras una gran dosis de paciencia: la primavera del año siguiente. Intento que en mi poesía también haya poda, pero nunca, cuando llega la primavera, hay éxito alguno. No obstante, sigo podando, fracaso tras fracaso, frutal tras frutal, imaginando los frutos, solo imaginándolos.
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