Ahora, el mundo entero sabe que en medio del Atlántico un volcán tiene acento palmero; aunque a veces ruge estromboliano y a veces hawaiano, tal vez porque todas las islas del planeta, en su aparente pacífica existencia, están unidas por las aguas inmensas y por la combustión interior. Mientras tanto, Hernández Bravo nos presenta otro libro, "Papi, no se puede pagar sin aliento" (El Sastre de Apollinaire, 2021), en el que la poesía se libera de cualquier referencia actual y se convierte en lenguaje íntimo y familiar, atemporal. Una frase dicha por su hijo le sirve al poeta para inventarse una nueva manera de escribir; una nueva, ansiada y vieja, inocencia en la que se dice con fuerza y se dibuja alterando la colocación normativa de las palabras en las frases, tal vez como haría libremente un niño que se apropia del lenguaje, en el instante justo en que se desprende del balbuceo y comienza la conversación.
"Papi, no se puede pagar sin aliento" es un delicado ejercicio de reinvención, un estupendo libro que se lee y se mira (gracias también a las ilustraciones de Graciela Janet) en la complicidad del feliz reencuentro con uno mismo.
dijo sin / y me tenté / y vi mi hueco (pág. 47)
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