La escritura es también el transcurrir de la vida, o intentar vanamente evitar su extinción; o, al menos, conjurar la imposición de los años: el olvido; porque como decía la maravillosa canción de Pata Negra: "Y pasa la vida (...) tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida". Así, la poeta oriolana Ada Soriano nos presenta, tras un paréntesis dedicado a publicar sus entrevistas a poetas, su nuevo libro, donde la poesía se dedica a la memoria, es decir, a lo vivido: "Línea continua" (Ars poética, 2023), con un interesante y limpio prólogo de María Antonia Ortega.
Pero el protagonismo de la autora es el de todos nosotros, puesto que su poesía, ligera y cuidada, nos permite identificarnos perfectamente con sus palabras y adentrarnos en los paisajes que nos dibuja. En una repetición hipnótica nos va diciendo: "Nací en una pradera", y la sensación de horizonte se instala ante nosotros y nos dejamos llevar de su mano por una cartografía específica, única, la que ella piensa y siente, Indonesia, Australia:
"Cada espacio que piso
es un acierto o una torpeza
que se estanca en un lugar
de la memoria"
(pág. 37)
Y no nos importa recorrer junto a Ada Soriano el camino o el estancamiento, porque este libro está escrito con la sencilla fluidez de la buena escritura, es decir con la savia de la experiencia: sin alardes ni pretensiones, sin desgarramientos artificiosos, con la dulce amargura de una Penélope que sabe y sabe interesar a los demás con un tejer y destejer hondo y sustancioso, esencial:
"Desnuda,
la geometría de mi piel
es visible como ala de libélula
a la luz del día".
(pág. 69)
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