Barcelona presume, desde finales del siglo XIX, de tener un urbanismo práctico e inclusivo, al servicio de los ciudadanos, gracias a la cuadrícula diseñada por Cerdà para su Ensanche. Sin embargo, la flamante arquitectura de las últimas décadas ha traído a la ciudad algunos ejemplos de edificaciones notables y también algunas zonas grises, donde el urbanismo ha estado al servicio más de la contemporaneidad, aparentemente renovadora y experimental, a la moda en los años 80 y 90 -y erróneamente rompedora, a mayor gloria de los ayuntamientos socialistas- de ciertos estudios de arquitectura, que de los ciudadanos de una urbe como Barcelona, en la que los espacios verdes son pocos y mal distribuidos. Me refiero a la implantación de las llamas plazas duras, que tienen en la plaza dels Països Catalans su ejemplo más conocido: una explanada desangelada y fea -actualmente en pleno proceso de degradación- que da la "bienvenida" a los viajeros que llegan a la Estación de Sants. El barrio del Raval no ha sido ajeno, aunque en menor medida, a esta tendencia por la exaltación del hormigón y la exclusión de arbolado -o cualquier tipo vegetación-, un buen ejemplo lo podemos encontrar en la Plaça dels Àngels que se creó frente al MACBA (Museu d'Art Contemporani de Barceona, obra del norteamericano Richard Meier) al servicio del lucimiento del propio Museo. En la actualidad dicha plaza es una zona de paso, pero nunca de paseo debido a que la explanada que forma y el acceso en rampa al MACBA -sin apenas mobiliario urbano- es uno de los lugares preferidos por los skaters para desarrollar sus piruetas a gran velocidad. Hace algunos años el ayuntamiento aprobó una ordenanza de convivencia que limitaba e incluso prohibía que los patines y monopatines camparan a sus anchas por las plazas públicas, imponiendo elevadas multas. Pero, como tantas ordenanzas municipales, rápidamente el papel mojado dejó paso a la libertad que hoy gozan los skaters para invadir y disfrutar de las plazas duras. La dels Àngels, está claro, que además de dar espacio visual a la fachada blanca del Museo de Meier, sigue estando al servicio de los patinadores. Los vecinos y visitantes del barrio deben seguir evitándola o pasar corriendo por ella, vigilando e intentando no molestar en la trayectoria de los patinadores.
Querido poeta, la fisonomía urbana se va llenado de arrugas con el tiempo, pero siempre quedan rincones atemporales que preservan la identidad de sus moradores. esa es la sensación que he sentido siempre en el casco antiguo de barcelona. Aprovecho para desearte un año nuevo lleno de plenitud y poesía. Con mis mejores deseos, desde Rivas, un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, José Luis! yo también aprovecho para desearte un feliz año nuevo! abrazos
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